jueves, abril 29, 2010

OMG

I'm ready.

Vengo de una típica sex/dating/relationships talk cristiana.

La reacción esta vez ha sido distinta a lo que estaba acostumbrada. Siempre hay una mezcla de las cosas cliché que un día fue bueno escuchar, más nuevos consejos nuevos y las cosas que uno escucha y no aprende hasta que las vive. Al principio de mi adolescencia sólo escuchaba con atención, tomando nota para el futuro, aterrada porque nunca había dado un beso, o porque no tenía pololo y debería. Después las angustias fueron menos y casi que se me olvidaba el asunto, estaba en otra. Al principio de los veinte me daba esa verguenza nerviosa porque aún no tenía pololo o pareja formal que mostrarle a mis papas o compartir etc, etc.
Fue tan liberador darme cuenta en ese momento que si Dios lo había permitido así era porque claramente no estaba lista, que había cosas de mí misma que tenía que conocer y muchas cosas que decidir en mi relación con el Señor. Que Dios claramente me ha cuidado incluso de mi propio yo que tiende a irse por los impulsos más desquiciados.

Y ahora, mientras escuchaba la discusión, tuve estos momentos de "darme cuenta". Tranquila, analizándome me di cuenta que finalmente estoy lista. Estoy lista para aprender a vivir en pareja. Sé que quiero. Sé que con la gracia me basta. Que si llega esa persona que ocupa mis pensamientos y me pide que lo acompañe en sus aventuras, aceptaré gustosa, con mis falencias y dudas, pero con fe en el Señor. Que si eso no pasa, no voy a poner mi vida en tono de espera, o con la resignación de que algo no se ha cumplido. Porque Dios es bueno y mi vida es feliz en él. Él siempre me va a proveer de una familia y una comunidad y aún faltándome eso, si un día estoy en el medio del desierto y me encuentro sola como una rata, mi sufrimiento va a valer la pena, porque no estoy dispuesta a sufrir por nada más que Su causa y Su gloria.

Que tranquilidad más grande.

Nota Mental: He aprendido a conocerme y sé que me va a doler el estómago y voy a activar mi mentalidad pesimista si es que me enfrento al tamaño desafío de compartir mi vida, aunque sea de a poco, de a gotas, lento pero seguro, con alguien. Pero esta paz y estas decisiones no son pasajeras, el momento angustioso de locura sí. Tomaré la decisión orrecta porque sé a dónde voy y a quien amo y sirvo. ¡Gracias Padre mío, gracias Jesús por esta certeza, de que estando en ti, en tu amor, mi vida vale la pena!

domingo, abril 25, 2010

Algunas cosas que no sé hacer

...y debería saber.

Cada vez que -incluso hipotéticamente- me enfrento a una situación con este tipo de cosas, se acumula un estrés fantasma, que no he aprendido a evitar. Por ejemplo, no sé cómo bailar un lento.
El problema fue que nunca se dió la situación y ahora estoy muy grandota como para admitirlo sin ponerme roja como una manzana. Para mi graduación solo bailé un lento con mi papá ya que mi pareja de graduación era solo un amigo, y lo mismo pasa cuando voy a matrimonios con amigos. El otro día no se porqué me di cuenta de esto, pero no tengo idea cómo remediarlo. Es como con los besos, que ya casi no me acuerdo como se dan. Sinceramente discrepo que es como andar en bicicleta, yo creo que la próxima vez que dé un beso y baile un lento voy a ser tan torpe como una nena de 15 años, y eso es lo que me estresa. Ojalá que me tengan paciencia no más.

No me sé despedir. O no digo nada y me voy, en unas de mis actitudes autistas que gracias Dios ya no se dan mucho o la gente no nota porque he aprendido a no dejar hablando sola a la gente y a ser más sociable aún cuando no me da la gana. Me cuesta decir adios, tal vez en un acto de negación profundo y solemne, no queriendo asumir la partida o separación. Cuando me fui de Chile no lloré, no me dió pena, no nada. No supe decir chao. Quizás porque nunca sentí que sería definitivo. Hay veces que los adioses son para siempre. Y no sé como manejar eso.

Tampoco sé cómo hacer trenzas, ni barquitos de papel.

Y yo ni siquiera sé porqué me bajó la urgencia de aprender todo esto.

Nota mental: Aprender a hacer estas cosas o aprender a no avergonzarse por la ignorancia o falta de habilidad.